Les comparto unos parrafos de un articulo escrito por Carlos Alberto Montaner acerca de la situación de inseguridad que se vive no sólo en Guatemala, sino en muchos países de Latino América:
"Una grave advertencia: el mayor riesgo de América Latina, su mayor problema, es la incapacidad de nuestros Estados para lograr que se cumplan las leyes esenciales que justifican su existencia. En el siglo XVII, Thomas Hobbes, desesperado por las atrocidades que había visto durante las guerras religiosas que estremecieron a Inglaterra, exiliado él mismo en París --era un católico ferviente--, escribió en 1651 un libro clave en la historia del mundo contemporáneo: Leviatán. Para Hobbes no había duda: dada la ferocidad y el egoísmo de los seres humanos, la vida en común sólo podía conseguirse si se entregaba el monopolio de la violencia a un soberano omnipotente que mantuviera a raya los malos instintos de nuestra peligrosísima especie. Esta era la justificación última del Estado: sólo él estaba autorizado a repartir los palos y construir los patíbulos. De lo contrario, nuestro destino era la selva y su ley del más fuerte, del más salvaje, del más cruel. A Hobbes, felizmente, lo moderó otro inglés de una generación posterior, John Locke, que estableció límites al poder de ese soberano, pero sin negar la premisa básica: la primera función del Estado es garantizar la vida de los ciudadanos y castigar a quienes la ponen en peligro.
Exactamente eso es lo que se está derrumbando en América Latina: nuestros Estados, de manera creciente, van perdiendo la batalla contra los criminales violentos. ¿Se puede revertir esta tendencia? Claro que se puede. En Estados Unidos está ocurriendo. Los últimos datos confirman que el número de delitos graves desciende ostensiblemente. Hoy se cometen menos, en proporción a la población, que hace treinta años, y se castigan más: el 70 por ciento de los asesinatos son resueltos por la policía y sancionados por los tribunales. Son 17,000 los crímenes contabilizados --6 por cada 100 000 habitantes-- y es mucho mayor el número de violaciones, pero los ciudadanos perciben que están ganándoles la guerra a los delincuentes. En una ciudad como New York, esa sensación es casi triunfal y probablemente lleve al Senado al popular alcalde Giuliani, un republicano de la escuela política de Clint Eastwood y su famoso "Harry el Sucio''. ¿Dónde está el secreto? En una combinación de leyes estrictas, más policías, más jueces, más cárceles y sentencias más largas. Son medidas dictadas por el sentido común y la experiencia. Ya casi nadie cree que la cárcel regenera o que el criminal violento es la víctima de la injusticia social o de un trauma freudiano.
El setenta y cinco por ciento de los delitos son cometidos por criminales reincidentes que comenzaron a aporrear a sus prójimos en la adolescencia. Es verdad que en Estados Unidos ya hay un millón setecientas mil personas tras la reja. Y es cierto que la mitad de ellas han sido condenadas por la locura norteamericana de castigar la costumbre que tienen millones de ciudadanos de consumir droga: algo que debería ser considerado una suicida estupidez o una dolencia, nunca un delito. Pero también es innegable que Estados Unidos ha hecho la elección correcta: en lugar de proteger con barrotes a las personas decentes, son los criminales los que acaban encerrados. Si alguien debe padecer miedo, que sean los transgresores de la ley.
¿Se puede derrotar a los criminales violentos en América Latina? Por supuesto, pero la sociedad debe entender que eso tiene un alto costo, y ni siquiera es sólo una cuestión de dinero: la criminología es una disciplina compleja en la que intervienen el derecho, la sociología, la sicología y la ciencia. Pero lo primordial es reconocer humildemente que ésa es la encarnizada guerra de las próximas décadas. Hobbes, que amargamente usó el latinismo del hombre como "lobo del hombre'', sabía que para sujetar a esa fiera alguien tenía que tener los colmillos más afilados. Es mejor que sea nuestro lobo el que da la dentellada."
Creo que el articulo anterior se explica por sí solo y nos deja pensando no sólo en las limitaciones de nuestro propio gobierno para hacer frente a la delincuencia, sino aún peor, la falta de una voluntad politica para hacerlo, la falta de enfoque para atacar el problema frontalmente.
En el futuro seguiremos elaborando en relación a éste tema tan fundamental para nuestra sociedad y la nación.
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